Ya vimos en Crónicas de la Era Glacial volumen 1 la capacidad que Taniguchi luce para crear un relato futurista coherente y lleno de referencias postapocalípticas con regusto al ecologismo y cambio climático que tanto gusta denunciar a los autores japoneses, algo que hemos visto en obras como Nausika de Miyazaki con la que he encontrado bastantes similitudes en los aspectos de la reacción de la naturaleza contra el hombre y la ciencia.
Dejamos a Takeru y el grupo de supervivientes camino de Abyss, la ciudad en la que aun permanece uno de los últimos grupos de humanos. Conforme avanzan en su viaje, comprueban que la glaciación ha llegado a su fin y las zonas verdes emergen salvajes de entre el hielo… y con ellas, un ser primordial, colosal y abrumador: el bosque viviente. Medishin, un antiguo dios, ha despertado también para conciliar los antiguos habitantes del planeta, los hombres, con esta nueva era en la que parecen estar de más. Porque aun falta una pieza más en esta gran epopeya: La Belle Mère, decidida a crear la nueva raza dominante sustituta del hombre, los Adolf.
El viaje de Takeru y sus compañeros es una epopeya en sí misma, donde la imaginación y la inventiva de Taniguchi se emplea exclusivamente en narrarnos ese increíble relato de supervivencia desesperada, donde contemplamos a los seres humanos casi como víctimas de un mundo nuevo, que resurge furioso y decidido a no darle otra oportunidad como especie, pues fuimos nosotros quienes casi acabamos con él.
Lo peor de Crónicas de la Era Glacial es quizá ese final abrupto, donde todo parece acabar a medias y sentimos que muchas cosas se dejan en el tintero por explicar, pareciendo más un “continuará” que un final cerrado. Algo que le resta nivel al conjunto de estas dos tomos.
El virtuosismo gráfico de Jiro Taniguchi se muestra en todo su esplendor con las splash page en las que la naturaleza nueva devora los restos de la antigua civilización, con edificios y ruinas comidas por una vegetación imposible. Gran trabajo en ese aspecto, sobre todo cuando las escenas del bosque viviente dominan la composición, transmitiendo la amalgama de árboles, rocas y agua en movimiento de forma clara, algo muy difícil de conseguir.
En resumen estamos ante un notable trabajo de genero y tenemos en Taniguchi a uno de los grandes del manga.
Xonxoworld
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